Cuando solo faltaban 15 minutos como presidente, Joe Biden arrebató la infamia de las fauces de la oscuridad.
Con un récord en las encuestas y ampliamente conocido como un presidente “fracasado”, Biden completó su carrera individual alrededor de el fondo de la ética al conceder indultos preventivos a miembros de su propia comunidad.
Los indultos fueron programados para avalar que los medios no se centrarían en otro acto poco ético de este presidente. No tenía por qué preocuparse. Durante cuatro abriles, los medios trabajaron incansablemente para desmentir o desviar el escándalo de corrupción que rodea a la comunidad Biden.
El indulto de James Biden, Sara Jones Biden, Valerie Biden Owens, John Owens y Francis Biden aportó una claridad ineludible a la corrupción de lo que se conoce en Washington como Biden Inc.
He escrito sobre la corrupción de la comunidad Biden durante décadas. El tráfico de influencias siempre ha sido la forma favorita de corrupción en Washington, pero esta ciudad nunca ha conocido parentela como la comunidad Biden. Se obtuvieron millones de dólares de fuentes extranjeras y se distribuyeron a varios miembros de la comunidad Biden.
Biden mintió repetidamente sobre el tráfico de influencias. Durante mucho tiempo negó tener conocimiento de los clientes o negocios extranjeros de su hijo. Negó tener conocido alguna vez a los clientes de Hunter. Más tarde, fotografías y correos electrónicos mostraron que Biden claramente había conocido a estos clientes y conocía los acuerdos comerciales. Era plenamente consciente de que su comunidad estaba sacando provecho de su nombre y de varios cargos.
Incluso las afirmaciones de Biden sobre el manejo de los casos de Trump fueron contradichas recientemente. Si proporcionadamente durante mucho tiempo afirmó que dejó estos casos en manos del Área de Honradez y no tomó ninguna posición sobre el fondo, el Washington Post informó recientemente que Biden estaba furioso por no tener procesado a Trump ayer de las elecciones. Según se informa, asimismo arremetió contra el fiscal universal Merrick Garland y dijo que lamentaba su proclamación a la luz de no tener podido atrapar a Trump.
Una de las mentiras más flagrantes fue que nunca perdonaría a su hijo. Pocas personas le creyeron. De hecho, la extraña defensa penal de Hunter Biden no tenía sentido a menos que supiera que tenía un perdón de faltriquera si todo lo demás fallaba.
Una vez que fue expulsado de la carrera presidencial, Biden quedó vacío para firmar un indulto por todos y cada uno de los delitos cometidos durante un período de diez abriles por su hijo. Insistió en que positivamente no había estado mintiendo. Afirmó que ninguna persona popular y corriente habría sido juzgada por los crímenes de su hijo, afirmación manifiestamente falsa. Asimismo enfatizó que tuvo que dar este paso como padre de un hijo que era un entusiasta empeñado y que ya lleva abriles desinteresado.
Sin incautación, el postrero indulto accesible echa por tierra incluso esa racionalización. Estos Biden ni siquiera están acusados de ningún delito, pero Biden quería protegerlos de cualquier posible procesamiento por cualquier motivo. Fue la máxima señal de desprecio por la inteligencia del divulgado estadounidense y la integridad de su cargo.
Biden ha ejercido durante mucho tiempo una ética situacional y, con sus poderes llegando a su fin, la situación exigía que retirara el monises ayer de que terminara su crédito. Al conceder estos indultos, Biden buscaba proteger no sólo a su comunidad sino asimismo a él mismo. Fue objeto del tráfico de influencias y mintió repetidamente para sepultar el escándalo. Este aislamiento de su comunidad sirve para alejar la amenaza de él mismo.
Biden, sin incautación, puede tener sido demasiado inteligente esta vez a la fracción. En los momentos finales de su presidencia, salió a la luz y expuso no sólo a sí mismo sino a sus aliados en los medios. Los periodistas ahora son plenamente visibles como víctimas voluntarias de uno de los mayores escándalos de corrupción en la historia de este país.
En su comunicación de indulto, Biden insistió en que “la concesión de estos indultos no debe confundirse con un registro de que un individuo ha cometido algún delito, ni debe malinterpretarse la aplauso como una admisión de culpabilidad por cualquier delito”. Por supuesto, eso es todo lo contrario de lo que la mayoría de la parentela concluirá. Más importante aún, los indultos no pondrán fin a la amenaza que pesa sobre su comunidad.
Figuras como James Biden han sido acusadas de mentir al Congreso sobre la operación de tráfico de influencias. Todavía puede ser citado y, si miente, se le puede inculpar de un nuevo delito.
De hecho, luego del indulto de James Biden, se argumentará que tiene menos fundamento para exigir el derecho a atender silencio sobre cualquier supuesto delito cometido durante el período durante el cual se aplica el indulto. (Podría argumentar que existe el peligro de cargos estatales, pero eso es menos verosímil correcto a los plazos de prescripción y otros factores).
Los indultos, en todo caso, hacen que una investigación de este tipo sea aún más convincente para quienes quieren respuestas a cuestiones de corrupción de larga data.
Biden selló su donación con una finalidad que se le escapa a la mayoría de los presidentes. Si proporcionadamente su capacidad mental disminuida seguirá siendo un problema para los historiadores, su prolongada errata de ética quedó establecida de modo concluyente con estos indultos. Fue el postrero acto de corrupción de Biden.
Para un presidente al que le gustaba apetecer a los demás “soldados ponis mentirosos con cara de perro”, Biden demostró que, en el mundo de la corrupción política, los ponis son completamente opcionales.
Jonathan Turley es profesor Shapiro de derecho de interés divulgado en la Universidad George Washington y autor de “El derecho indispensable: la facilidad de expresión en una época de ira.”
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